REPRESENTACIÓN POLÍTICA CARACTERÍSTICA.
.jpg)
Cuando
los ciudadanos no gobiernan directamente, la democracia se basa en la
pretensión de que los políticos actúen como representantes del pueblo, en la
existencia de un vínculo entre gobierno y gobernados, a través del cual se
articulan las opiniones del pueblo y se garantizan sus intereses.
Pero la naturaleza
de este vínculo es un tema de profundas discusiones. No existe un único modelo
de representación política, sino que existen distintas teorías sobre este
principio político, en competencia, basadas en distintos presupuestos
ideológicos o políticos.
Para muchos
teóricos las elecciones son la base de la representación, y los políticos
pueden llamarse representantes porque tienen el mandato del pueblo. Para otros,
los representantes son personas con mayor competencia que los demás que pueden
actuar con sabiduría en defensa del interés común. Por último, está la teoría
de que un representante no es alguien que actúe en representación de otros,
sino alguien que es típico o característico de un grupo o sociedad, que los
políticos son representantes si recuerdan a su sociedad con respecto a su edad,
género, clase social, procedencia étnica, etc. Es la “representación
característica”. [i]
Según
esta última teoría, el conjunto de los políticos debe ser como un microcosmos
de la sociedad, lo que irremediablemente conduce a propugnar cambios radicales
en el gobierno de cada país del mundo. Esta idea es abanderada por distintos
sectores de la izquierda en el espectro político y sus movimientos sociales
afines.
Para
ser “representativo” es necesario haber sido escogido en un determinado grupo y
compartir sus características. El gobierno representativo en este sentido será
un microcosmos de una sociedad mayor en cuanto a clases sociales, género,
religión, etnia, edad, y otras características, y en cantidades proporcionales a
la respectiva fuerza de cada uno de estos grupos en el conjunto social.
Esta
teoría, como hemos dicho, cuenta con el apoyo de una amplia gama de teóricos y
activistas políticos. Los socialistas creen que el hecho de que la élite política
proceda mayoritariamente de las clases privilegiadas y prósperas es un obstáculo
a la democracia. Y que si las clases trabajadoras, los pobres y los
desfavorecidos están infrarrepresentados en el poder, sus intereses son
marginados o ignorados completamente.
Las
teóricas feministas contemporáneas sostienen que el Patriarcado, la dominación
del sexo masculino, funciona a través de la exclusión de las mujeres del grupo
de los poderosos, y quieren acabar con este sesgo.
Antirracistas
y multiculturalistas sostienen que la posición de desventaja se perpetúa por la
infrarrepresentación de las minorías étnicas o culturales en el gobierno y los
parlamentos.
Todos
ellos, creen que sólo las personas extraídas de un grupo concreto pueden de
verdad articular los intereses del conjunto, hablar por ellos o en nombre de
ellos, y que esto es imposible si los representantes no tienen un conocimiento
íntimo y personal de la gente que representan. En su forma más pobre esta teoría
mantiene que la gente está condicionada por su procedencia social y no es capaz,
o no quiere, comprender los puntos de vista de personas diferentes. En su forma
más elaborada, no obstante, establece una diferenciación entre la capacidad de
simpatizar, o “ponerse en la piel del otro” por medio de la imaginación, y, por
otro lado, la experiencia directa y personal sobre lo que les sucede a los
demás, que requiere de un nivel más profundo de respuesta emocional. Es decir,
que el “hombre nuevo”, pro-feminista, podrá simpatizar con los intereses de las
mujeres y apoyar la igualdad de sexos, pero nunca será capaz de tomar los
problemas de las mujeres tan en serio como lo hacen ellas mismas, o que el
hombre blanco progresista podrá mostrar una encomiable preocupación por la
condición de las minorías étnicas pero como no ha experimentado nunca el
racismo, no es posible que su actitud hacia este iguale la pasión y el
compromiso de las comunidades minoritarias para enfrentarlo.
Pero
otros muchos teóricos consideran estas ideas como una amenaza cierta a la
democracia. Poor ejemplo, puede argumentarse que la gente simplemente no quiere
que la gobiernen políticos como ella misma. De hecho, este gobierno “microcosmos”
es difícil de identificar en algunas partes del mundo. Irónicamente, los países
que más se acercaron a este ideal, los regímenes comunistas ortodoxos, eran
Estados monopartidistas, que no admitían la diversidad y el pluralismo político.
Y, si se
selecciona a los políticos sobre la base de que sean típicos o característicos
de la sociedad en su conjunto, el propio sistema de gobierno podría reflejar
las limitaciones de dicha sociedad. Entonces, ¿cuál es la ventaja de este
modelo de representación cuando la mayoría de la población es apática, mal informada
y escasamente educada? Los críticos de esta noción de la representación, como
J. S. Mill, señalan que el buen gobierno requiere que los políticos procedan de
las filas de los educados, capaces y triunfadores.
Otro
peligro de esta teoría es que ve la representación política en términos
excluyentes y estrechos. Sólo una mujer puede representar a las mujeres, sólo
un negro a otros negros y sólo un trabajador puede representar a las clases
trabajadoras, etc. Entonces si todos los representantes se afanan por mejorar
los intereses de los grupos sectoriales de los que proceden, ¿quién defenderá
el bien común o los intereses nacionales? Esta forma de representación puede no
ser más que una receta para la división y el conflicto social.
Además,
la representación característica tiene el problema de cómo lograr su objetivo.
Porque si la finalidad es conseguir un sistema de gobierno que sea un
microcosmos de los gobernados, la única manera de lograrlo es imponer fuertes restricciones
en la decisión electoral y la libertad individual. Me explico, los partidos
políticos serían obligados a seleccionar una cuota de mujeres o candidatos
minoritarios, algo que han comenzado a hacer algunas formaciones políticas,
voluntariamente, y que no deja de ser contrario al principio de equidad;
ciertas circunscripciones se reservarían para candidatos con orígenes
especiales; o aún más grave, a lo mejor hay que dividir al electorado por razón
de clase, género, raza, etc., y no autorizarlos a votar por candidatos que no
sean de su propio grupo social.
[i] Heywood, Andrew. (2007). “Introducción a la Teoría Política”. Tirant lo Blanc.
Comentarios
Publicar un comentario