ESTRUCTURA INTERNA DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS, “LA LEY DE HIERRO”
Están próximas las elecciones municipales en nuestro país y pronto dará comienzo la lucha descarnada por el poder. Es buen momento para hablar de los partidos políticos, principales protagonistas de nuestra democracia representativa, y de como se organizan a nivel interno.
Habría que empezar por definir qué
es un partido político. Parece fácil. Un partido es eso que vemos a diario en
medios de comunicación, eso que no sabemos muy bien para qué sirve, ni cómo
funciona, y que en los últimos tiempos esta perdiendo legitimidad entre los
ciudadanos por escándalos de corrupción y decisiones poco racionales, basadas
en la ideología o los intereses de determinados grupos sociales dominantes.
Trataremos de ampliar el concepto.
Es difícil ofrecer una definición
que pueda englobar todos los partidos políticos de todas las épocas y todos los
países, por su gran heterogeneidad. Pero lo cierto es que podemos definirlos,
en un sentido amplio, como toda asociación de individuos unida por la defensa
de unos intereses, organizada internamente mediante una estructura jerárquica,
con afán de permanencia en el tiempo, y cuyo objetivo sería alcanzar el poder
político, ejercerlo y llevar a cabo un programa político para toda la sociedad.
[i]
Este tipo de asociaciones tienen su
origen en el desarrollo del parlamentarismo y el incremento de la participación
del pueblo en las decisiones políticas, y más concretamente en la extensión del
derecho de sufragio. Siendo así que no existen los partidos políticos tal como
los hemos definido hasta el siglo XIX, con la transformación del Estado liberal
en democracia política. Y esto no deja de ser paradójico si tenemos en cuenta
que los liberales rechazaban, conforme al principio ideológico del
individualismo, cualquier fenómeno que chocara con este.
Pero el desarrollo del
parlamentarismo y la vinculación que se produjo entre mayoría parlamentaria y gobierno
hizo que nacieran los grupos parlamentarios como una actuación conjunta en
defensa de unos intereses determinados: regionales, profesionales,
intelectuales y ante todo ideológicos. El antecedente más claro fue el
fraccionamiento del Parlamento en la Gran Bretaña del XVII, entre tories,
conservadores, y whigs, defensores de la libertad política y religiosa. Este
proceso de creación de los grupos parlamentarios fue el paso previo a la
creación de los partidos políticos.
Tras esta introducción pasamos a
tratar la estructura interna de los partidos, que es el objeto de este
artículo. Los partidos necesitan de una organización interna y una estructura
que les permita llevar a cabo sus funciones. Estas últimas darían para otro
artículo que dejaremos para otro momento.
La base de todo partido político
es el individuo. Todos los individuos relacionados con la esfera del partido
están sujetos a clasificación (Molas, 1975). Empezaremos distinguiendo a
aquellos que son miembros del partido de los que no lo son. En el grupo de los
primeros están los afiliados, que se limitan a pagar una cuota y no realizan
ninguna labor dentro del partido. Siguiendo con los miembros del partido,
encontramos a los militantes, también llamados activistas, que además de ser
afiliados realizan trabajos dentro del partido, como asistir a reuniones,
colaborar en las campañas electorales, preparar los congresos, preparar y
asistir a los actos públicos, etc.
Dentro del segundo grupo, no pasa
desapercibido a quien se acerca a cualquier partido, la división entre
“creyentes”, que participan guiados por un incentivo colectivo, que se
identifican con el partido y su ideología, son solidarios con el resto de los
militantes y luchan constantemente por la causa, y “arribistas”, aquellos que
participan guiados por un incentivo selectivo relacionado con ambiciones materiales,
de poder o de estatus, y que buscan con egoísmo el beneficio propio
(Panebianco, 1990).
Dentro del partido tenemos también
a los permanentes, aquellos individuos que trabajan de forma estable en el
partido y cobran un sueldo. Y finalmente tenemos a los dirigentes del partido, los
cuadros, líderes o élites, que son los responsables principales del
funcionamiento del partido y que actúan de un modo oligárquico. Sobre estos
últimos volveremos más adelante.
Por otro lado, estarían los que no
son miembros del partido, que sin embargo están situados dentro de la esfera de
este. Entre ellos encontramos un primer grupo de votantes fieles, que se
limitan a votar al partido y no mantienen relación alguna con el mismo entre
elecciones. Y el otro grupo de no miembros es el de los simpatizantes, que son
aquellos que además de votar al partido difunden sus postulados, participan en algunos
actos públicos y ayudan económicamente de forma esporádica.
El partido como conjunto de
individuos dispersos por un territorio que actúan en una dirección y con un
objetivo, necesita de algún tipo de organización de base que agrupe sus
miembros y los conecte con la esfera del partido. Según Duverger la organización
de base a evolucionado en el tiempo y es diferente según el tipo de partido.
Así encontramos el comité, propio de los partidos de notables, la sección,
típica de los partidos socialistas y adoptada por todos los partidos de masas,
la célula, prácticamente en desuso, que era la organización de base de los
partidos comunistas en la clandestinidad, y la milicia, propia de los partidos
fascistas, que prácticamente ha desaparecido. [ii]
En la actualidad los partidos se
estructuran mediante organizaciones de base similares al comité o la sección,
que pueden ser territoriales o sectoriales, y reciben distintos nombres. Todas
presentan una interdependencia de mayor o menor grado, están conectadas entre
sí y dependen de una estructura piramidal que está por encima. Estas instancias
superiores intermedias, situadas entre organizaciones de base y los órganos
superiores decisorios, tienen un ámbito de actuación que normalmente se
corresponde con la circunscripción electoral o la división administrativa del
Estado (en España es la provincia). Sus funciones son coordinar las distintas
organizaciones de base y garantizar que éstas aplican las decisiones tomadas
por los órganos decisorios del partido.
El órgano superior de los partidos
es la Asamblea General o Congreso, formado por compromisarios o delegados de
las diversas organizaciones de base, que se reúne de forma periódica. La Asamblea
General acuerda las directrices políticas básicas del partido y elige el órgano
ejecutivo permanente, que será el órgano superior del partido entre congresos.
Este último órgano elige a su vez a un grupo reducido de personas que serán los
auténticos dirigentes del partido con funciones decisorias y ejecutivas.
Los partidos dependen cada vez más
de sus órganos de dirección y no del debate y la discusión que realizaban
afiliados y militantes. Se produce una concentración en la toma de decisiones
en el órgano director, numéricamente reducido. Esto puede dar lugar a
tendencias oligárquicas y prácticas antidemocráticas. Esta tendencia se suele
justificar, en algunos partidos, por la complejidad social y la necesidad de
tomar decisiones con urgencia, sin margen de tiempo para debatir. Satisfacer el
requisito de democracia interna, que los estatutos de los partidos y las
Constituciones nacionales establecen, no resulta “operativo”.
Pero existen otras razones para
dejar de lado las discusiones políticas de los afiliados. Michels formuló la
“Ley de Hierro de la Oligarquía”, según la cual toda organización se fundamenta
en prácticas oligárquicas (Michels, 1983). Los líderes del partido se rodean de
un pequeño número de personas que les son fieles y que, junto a ellos,
constituyen una élite que decide la estrategia y la táctica del partido. Por
ello los partidos pueden llegar a representar la voluntad de la respectiva élite,
y no la de sus afiliados.
Los dirigentes, la oligarquía del
partido, no surge de la nada. Son individuos con unos conocimientos superiores,
o así debería ser, con un mayor dominio de la práctica política y tienen nexos
con las élites de otros partidos y sectores sociales. Se supone que son gente
preparada que ha seguido un cursus honorum. Según Michels son los únicos,
o casi, que pueden dirigir un partido de forma eficaz y exitosa, porque la
mayoría de los afiliados no disponen de preparación o cualificación suficiente
para ello. Esto que el autor calificaba de “incompetencia de las masas” hace
necesario el liderazgo, y provoca que las mismas masas sean quienes reclamen un
líder.
Según Panebianco estos líderes
controlan las relaciones del partido con su entorno, los canales de información
y comunicación del partido, las reglas formales internas, la financiación y el
reclutamiento y promoción de la militancia. (Panebianco, 1990)
El liderazgo, la división del
trabajo, la concentración de la dirección en unos pocos, esa oligarquía
elitista, son fenómenos que pueden poner en peligro la democracia interna de
los partidos políticos. El grado de oligarquía en los partidos no sólo depende
de su ideología sino también del tamaño de estos. Los partidos más grandes y
con mas presencia en las instituciones tienden a ceder un poder mayor a sus
líderes, y a tener un funcionamiento interno menos democrático. En términos
ideológicos, los partidos conservadores son los que tienden más a prácticas
oligárquicas, mientras que los partidos de izquierda son menos propensos a
estas prácticas o las desarrollan de un modo más sutil.
El poder de la cúpula se refuerza
a través de los Congresos o Asambleas Generales, promoviendo que se aprueben
las líneas de actuación definidas previamente por los líderes, o procurando que
salgan elegidos delegados poco conflictivos o continuistas. Por consiguiente,
el control democrático en el interior de los partidos es muy escaso, y los
líderes tienen un margen de gran discrecionalidad para orientar política y
estratégicamente al partido, sin tener que hacer consultas ni concesiones al
conjunto de los afiliados. Incluso cuando agotan su vida política ellos mismos
son quienes eligen a sus sucesores por vía de cooptación.
Michels argumenta que los
afiliados tienen que saber que el liderazgo es técnicamente necesario. Pero
¿qué pasa cuando la oligarquía llega al punto en que el líder se confunde con
el partido, aquel punto en que los intereses particulares de este se confunden
con los generales del partido? Ello nos puede llevar a pensar que los partidos,
que supuestamente son garantes de la democracia, carecen de democracia interna,
y que por tanto no existe la democracia si no es democracia directa.
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