SOBRE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
“Fue una lucha de clases
por las armas, pero tuvo también la evidente dimensión de guerra de religión y
de nacionalismos enfrentados; guerra entre dictadura militar y democracia republicana,
entre fascismo y comunismo, entre revolución y contrarrevolución” (Profesor
Santos Juliá)
Actualmente vivimos retrotraídos en un
ambiente de guerra-civilismo promovido desde algún sector del universo
ideológico, que busca hoy en sucesos pretéritos, después de 40 años de
democracia, argumentos para su agenda política. Sin entrar a valorar esta
maniobra, y al margen de su posible justificación, creo que es importante para
que los ciudadanos se formen su propia opinión, un mínimo conocimiento de lo
que fue este conflicto entre hermanos. Y esta es mi humilde contribución para
lograr este fin.
Nuestra
Guerra Civil fue una lucha armada entre clases sociales, entre obreros y
campesinos, y propietarios del capital y de la tierra, industriales y grandes
terratenientes. Los sectores más desfavorecidos del proletariado industrial y
agrícola, en los primeros compases de la guerra vieron abierta la vía de la
revolución, de la lucha armada en defensa de sus intereses, y como reacción al
golpe militar, aprovecharon la situación para tratar de eliminar las elites
económicas y socializar los factores de producción por la fuerza. Por el otro bando,
y una vez que el golpe se estabilizó, se produjo el encarcelamiento, tortura y
eliminación de sindicalistas, anarquistas, socialistas y comunistas en las
zonas de España bajo el control del ejército sublevado. De tal modo que en el
conflicto bélico podemos encontrar dos fuerzas diferenciadas por las clases
sociales que llevaron la iniciativa y la financiación; el bando republicano,
izquierdista, socialista, libertario y campesino, y el bando de militares
sublevado, apoyado por las clases altas y la iglesia que veían peligrar sus
privilegios por las políticas republicanas. Las clases obreras y
campesinas vieron en el golpe militar la oportunidad de realizar la revolución
para instaurar un régimen comunista, su objetivo fue acabar con la sociedad de
clases a través de la dictadura del proletariado, realizando el proyecto
marxista que ya se había logrado en la Unión Soviética. En contra de esta
revolución se situaron los afines al bando nacional, monárquicos, fascistas y
católicos, apoyados por los propietarios del capital y la tierra, que lucharon
por el mantenimiento del “status quo”.
El conflicto también enfrentó a los católicos contra el
régimen secular republicano, una guerra por las armas desde los primeros
momentos de la contienda, con la eliminación de religiosos y quema de
conventos, iglesias y escuelas católicas, por parte de milicias socialistas,
comunistas y anarquistas, y la reacción de los sectores ultracatólicos de la
sociedad representados en la Comunión Tradicionalista y Falange con sus propios
grupos paramilitares, que se posicionaron hombro con hombro junto a los
militares sublevados, tratando igualmente de eliminar al contrario. La Guerra
Civil fue calificada como una “cruzada” por la jerarquía católica española que
no dudó en defender a Franco ante el Vaticano y la comunidad internacional.
Los nacionalismos catalán y vasco adquirieron desde
muy
temprano gran relevancia en el desarrollo del conflicto. El bando “nacional”
encontró un motivo para el levantamiento en el progresivo desmantelamiento de
la nación y su fragmentación territorial que representaba para ellos el modelo
territorial reconocido en la Constitución de 1931. La España republicana era un
Estado Integral, fórmula intermedia entre Estado Unitario y Estado Federal,
donde los territorios que así lo decidieran podrían constituirse en regiones
autónomas dotadas de su propio autogobierno y Cortes. La aprobación del
Estatuto de Cataluña, que, en su anteproyecto, artículo 1º, establecía
“Cataluña es un Estado autónomo dentro de la República española”, fue rechazada
de plano por los sectores sociales y políticos que apoyaron y combatieron junto
a los militares rebeldes. La Generalidad de Cataluña, en su deriva
independentista, hizo la guerra “por su cuenta” lo que supuso la
descoordinación de las operaciones militares republicanas, favoreciendo el
avance de los nacionales hacia Madrid. Al acabar la guerra el propio presidente
de la Generalidad, Lluís Companys fue sentenciado a muerte tras ser capturado
en Francia y entregado a la policía española por la Gestapo nazi. Durante el
conflicto bélico se produjo un choque del nacionalismo español a ultranza de
los generales rebeldes, la Falange y los Carlistas, contra el nacionalismo
periférico de territorios que querían ser independientes o autónomos, como País
Vasco y Galicia, o que ya habían obtenido este reconocimiento por parte de la
República, caso de Cataluña.
El golpe fallido de julio del 36 desembocó en una lucha
armada por la democracia, la Republica y el orden constitucional vigente,
frente a un “nuevo estado”, como lo llamaron los rebeldes, monocrático,
gobernado por Franco con poderes absolutos, cesarista, donde se cultiva la
adoración del Caudillo al más puro estilo fascista. El dictador fue nombrado en
septiembre del 36 por la Junta de Defensa Nacional como “Jefe del Gobierno del
Estado” y “Generalísimo de las fuerzas nacionales de tierra, mar y aire”, pero
la dictadura había comenzado cuando se constituyó esta Junta, en julio,
compuesta por los generales Cabanellas, Saliquet, Ponte, Mola y Dávila, a los
que se unirían, días después, Queipo de Llano, Orgaz y Franco, asumiendo este
directorio militar por decreto los poderes del Estado y la representación del
país en el exterior, al tiempo que prohibía las manifestaciones políticas y
sindicales y comenzaba a legislar mediante decreto.
En Europa se estaba produciendo el auge de los regímenes
fascistas, el italiano con Mussolini y el nacionalsocialista de Hitler en
Alemania, y por otro lado el comunismo se hacía cada vez más fuerte en el Este
de Europa bajo la tutela de Stalin. Estas ideologías enfrentadas encontraron un
escenario de confrontación, antes de la Segunda Guerra Mundial, en una España
partida en dos que les permitió ensayar sus armas y estrategias militares en una
guerra total, ante la mirada impasible de las otras potencias europeas, Francia
e Inglaterra. Franco contó con el apoyo de Hitler y Mussolini que le enviaron
aviones, armas y tropas, y la República compró con el oro de las reservas
nacionales las armas, aviones, tanques, y el asesoramiento militar y político
soviético, mientras el Partido Comunista movilizó las Brigadas Internacionales
trayendo a España a las juventudes comunistas de diversas partes del mundo para
combatir el fascismo.
Aquellas fueron, a grandes rasgos, las circunstancias
históricas y sociales que acompañaron al desarrollo de la contienda y al final
que todos conocemos, una dictadura de más de cuarenta años, superada tras la
muerte de Franco por la vía pacífica, gracias al consenso entre sus herederos
más reformistas y la oposición democrática. Juzguen ustedes ahora, estimados
lectores, después de contrastarlas con otras fuentes, y compararlas con nuestra
situación nacional, hasta que punto se puede argumentar con ellas objetivos
políticos del siglo XXI.
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