La polarización política como resultado del uso de internet. Reflexión.
Con
la era digital y la llegada de internet a nuestras vidas se han producido
grandes cambios en nuestra sociedad y en la política. Estos efectos han de
considerarse de carácter positivo o negativo, según el uso que se haya dado a
esta tecnología. En los últimos años crecen las opiniones críticas que señalan
aspectos negativos del uso de internet, como por ejemplo que esta tecnología de
acceso universal a la comunicación ha fabricado un perfil de lector apresurado
y poco reflexivo, que asimila la información que recibe, en cualquier lugar, a
través de su smartphone, sin cuestionar su veracidad. La “posverdad”, la verdad
modificada por los sentimientos, y las “fake news” contaminan la información
verdadera, produciendo en estos tiempos una pérdida de credibilidad y
confianza, generalizada en la sociedad.
El
uso de internet refuerza la participación política tradicional y, al mismo
tiempo, constituye otra dimensión, la “participación on line”. Se ha
multiplicado el intercambio de información, de opiniones e ideas variadas, y se
promueven desde esta plataforma global diversas iniciativas políticas, y la
movilización social para influir en las decisiones públicas a través de blogs,
intercambios de correo electrónico, foros digitales, boletines digitales y páginas
web. Se han reducido a cero los costes de participación en el proceso político,
con un efecto multiplicador de los mensajes, que permite llegar a toda la
población en muy poco tiempo, casi de forma instantánea. Esta difusión tan
rápida y extensa de información se puede observar claramente en las campañas
electorales, o en las manifestaciones de protesta.
Por
un lado, el uso de redes sociales, e internet en general, puede haber
contribuido a la polarización política de la sociedad, al auge de posiciones
políticas extremistas y a la difusión de noticias falsas. Vivimos
la paradoja de que cuando estamos más conectados que nunca, nos encontramos más
alejados ideológicamente. Aunque, como veremos a continuación, también
encontramos evidencias empíricas que demuestran lo contrario y restan
protagonismo a esta tecnología como causa principal de este desencuentro
ideológico.
Ideologías
extremistas, de todo tipo y origen político, que antes estaban excluidas
socialmente a un nivel global, con el abaratamiento de costes de entrada a la
comunicación que ha supuesto internet, han encontrado un espacio en la esfera
pública y las instituciones del mundo. Hemos visto en los medios de
comunicación lo fácil que es crear un ejército de apoyos, a través de cuentas
falsas en redes sociales. Esta actividad en redes se conoce como “astroturfing”,
en referencia a la marca de césped artificial, y permite lanzar ataques contra
el adversario político o disidente, y campañas de desinformación introduciendo
en las redes digitales noticias falsas para desprestigiar opciones contrarias,
o influir en las elecciones de otros países para desequilibrar sus democracias.
Se usa internet como instrumento para infiltrarse en conversaciones “on line”
politizadas, para crear crispación, y así, radicalizar las opiniones, ideas y
posiciones opuestas.
A
pesar de lo anterior, los economistas Levi Boxell, Matthew Gentzkow y Jesse
Shapiro, realizaron un estudio sobre la campaña electoral de 2016 en Estados
Unidos (“Is the internet causing political polarization? Evidence from
demographics”, March 2017), para entender cómo el uso de internet de banda
ancha se relacionaba directamente con la polarización política de la sociedad
estadounidense. Pudieron inferir de las encuestas que un 60% de los individuos
entre 18 y 39 años de edad siguieron la campaña por redes sociales, mientras
sólo un 26 % de aquellos de más de 75 años lo hicieron, sin embargo, el resultado
de su trabajo fue que la polarización política había aumentado en este periodo
mucho más en la gente mayor de 75 años, que en los de edades entre 18 y 39
años, es decir, el aumento de polarización fue mucho mayor para la población
con menor uso de internet.
Por
otro lado, esta polarización política se ve reforzada por los conocidos
“logaritmos”, que seleccionan qué datos e información se muestra en las redes
sociales, en función de los intereses de los usuarios. De este modo se
configuran “cámaras de eco” ideológicas (Barberá, 2020), burbujas de
información en las que el ciudadano queda atrapado recibiendo sólo comentarios,
noticias, y documentos, que ratifican sus propias posiciones políticas, que se
vuelven cada vez más homogéneas y apartadas de ideas diferentes, radicalizándose
frente a las contrarias. Esta circunstancia encuentra explicación científica en
el concepto de “homofília social” (McPherson, 2001), o quizás podríamos
decir, por extensión, “homofília política”, según el cual los seres humanos
buscamos establecer contacto con aquellas otras personas que opinan como
nosotros y nos alejamos de quienes piensan de manera contraria a la nuestra.
Esta elección de contactos personales, y también, la adaptación de nuestros
pensamientos políticos a los posicionamientos del grupo con el que más nos
relacionamos, determina la creación de comunidades cada vez más homogéneas y
diferenciadas unas de las otras. Esta es la contribución de la combinación de
las antes citadas “cámaras de eco” y los “logaritmos” que rigen la información
en Internet, pero no es menos cierto, que las personas, por instinto,
preferimos leer cosas que nos dan la razón, y navegar por “cajas de
resonancia”, buscando nuestra interpretación de la realidad, sin analizar los
hechos de un modo objetivo.
Pero existen estudios que argumentan lo
contrario, es decir, que es precisamente en los contactos digitales y
esporádicos, con personas de fuera de nuestro entorno más cercano, donde se produce
la mayor y más variada aportación de informaciones e ideas políticas, que
vienen a equilibrar el influjo que recibimos de nuestros contactos personales (Barberá,
2015). Según estos trabajos de investigación, internet reduciría la
polarización al facilitar el contacto con personas con las que no tenemos
vínculos directos, sino mas bien “lazos débiles”, que son las que nos aportan
nuevas ideas y puntos de vista, multiplicados y amplificados por la ingente
cantidad de mensajes que nos llegan a través de las redes sociales.
Internet
ha supuesto un aumento de la participación política por la reducción a cero de
sus costes, que antes suponían una gran inversión en tiempo y esfuerzo
económico y personal. Ahora podemos participar en la política e influir las
decisiones públicas de nuestros gobiernos y legisladores desde el sillón de
casa. A esta capacidad se la conoce como “clictivismo” o activismo de salón. Esta
facilidad de participación, en líneas generales, es beneficiosa para la
sociedad, al mejorar la calidad democrática, la rendición de cuentas por los
políticos directamente ante los ciudadanos, las demandas o críticas efectuadas
directamente a través de redes sociales por los ciudadanos hacia los políticos,
y la transparencia en las relaciones bidireccionales entre los políticos y los
ciudadanos. Sin embargo, debemos conocer, como esta misma facilidad de acceso a
la comunicación, permite el uso de esta herramienta por grupos extremistas de
todas las ideologías, que producen información, la cual, llega a los usuarios
de la web sin el filtro que representaba el ejercicio de un periodismo
responsable e independiente del poder, hoy en horas bajas por la propia
revolución digital y las crisis económicas. Las campañas de desinformación
llegan cada vez a más gente y de forma más rápida y constante, contribuyendo a
la radicalización de los mensajes, y a la polarización política de la sociedad,
a pesar de la actividad de las agencias independientes, cuando lo son, y a
pesar de la intervención de las propias redes sociales sobre los contenidos que
estos grupos comparten en ellas, en ocasiones, catalogada de censura por
aquellos que ven bloqueadas sus cuentas.
Al
mismo tiempo nuestros representantes en las cámaras legislativas y los miembros
de los ejecutivos han encontrado en internet una herramienta para persuadir a
los ciudadanos de forma directa, para explicar sus políticas, y establecer
vínculos directos con estos y otros representantes públicos a través de redes
sociales. Pero, la otra cara de la moneda es que los legisladores y gobernantes
modifican sus preferencias y sus discursos para, con el objetivo de obtener
apoyos electorales, ajustarse a los intereses del público sobre temas concretos,
expresados en estas mismas redes digitales. Esta dinámica podría llegar a
producir la polarización de los sistemas de partidos y la radicalización de los
discursos de la clase política, como influencia de los segmentos sociales
extremistas, más activos en internet, en una sociedad ya polarizada
políticamente.
Por
último, añadiré que este argumento del uso de internet como causa protagonista
de la polarización política, no es único, pues existen otras causas,
económicas, demográficas y geográficas que influyen para que esta se produzca,
pero que no son objeto de esta reflexión.
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