Comentario sobre la "Carta de Jamaica", escrita por Simón Bolívar el 6 de septiembre de 1815.

  




         A partir de 1810 los territorios americanos inician sus guerras de independencia de la Corona española. Es el principio del fin del Imperio Español que culminará con la pérdida de las últimas colonias en 1898. En la Carta de Jamaica, Simón Bolívar da cuenta de su visión del dominio español en un intento por conseguir ayuda para la causa independentista: 

 (...) Yo considero el estado actual de la América como cuando desplomado el Imperio Romano, cada desmembración formó un sistema político, conforme a sus intereses y situación, o siguiendo la ambición particular de algunos Jefes, familias o Corporaciones. Con esta notable diferencia, que aquellos miembros dispersos volvían a restablecer sus antiguas naciones con las alteraciones que exigían las cosas o los sucesos. Mas nosotros, que apenas conservamos vestigios de lo que en otro tiempo fue, y que por otra parte no somos Indios ni Europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores Españoles: en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento, y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar estos a los del país, y que mantenemos en él contra la opinión de los invasores; así nos hallamos en el caso más extraordinario y complicado. No obstante que es una especie de adivinación indicar cuál será el resultado y la línea de política que la América siga; me atrevo a aventurar algunas conjeturas que desde luego caracterizo de arbitrarias, dictadas por un deseo racional y no por un raciocinio probable (...) Los Americanos en el sistema Español, que está en vigor, y quizá con mayor fuerza que nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo, y cuando más el de simples consumidores; y aún esta parte coartada con restricciones chocantes: tales son las prohibiciones del cultivo de los frutos de Europa, el estanco de las producciones que el Rey monopoliza; el impedimento de las fábricas que la misma Península no posee; los privilegios exclusivos del comercio, hasta de los objetos de primera necesidad; las trabas entre provincias y provincias americanas, para que no se traten, entiendan ni negocien; en fin, ¿quiere V. Saber cuál era nuestro destino. ? Los campos para cultivar el Añil, la Grana, el Café, la Caña, el Cacao y el Algodón; las llanuras solitarias para criar ganados; los desiertos para cazar las bestias feroces; las 3 entrañas de la tierra para excavar el oro que no puede saciar a esa Nación avarienta (...) Cuando las águilas Francesas solo respetaron los Muros de la Ciudad de Cádiz, y con su vuelo arrollaron a los frágiles gobiernos de la Península, entonces quedamos en la orfandad. Ya antes habíamos sido entregados a la merced de un usurpador extranjero. Después, lisonjeados con la justicia que se nos debía, con esperanzas halagüeñas, siempre burladas, por último, inciertos sobre nuestro destino futuro, y amenazados por la Anarquía, a causa de la falta de un gobierno legítimo, justo y liberal, nos precipitamos en el caos de la revolución. En el primer momento solo se cuidó de proveer a la seguridad interior, contra los enemigos que encerraba nuestro seno. Luego se extendió a la seguridad exterior: se establecieron autoridades que sustituimos a las que acabamos de deponer, encargadas de dirigir el curso de nuestra revolución, y de aprovechar la coyuntura feliz en que nos fuese posible fundar un gobierno constitucional, digno del presente siglo, y adecuado a nuestra situación.


Los tres fragmentos forman parte de la conocida Carta de Jamaica, escrita por Simón Bolívar desde Kingston, en 1815, donde este se encontraba exiliado tras la reacción de Fernando VII a los movimientos independentistas de Hispanoamérica, con el envío de tropas para controlarlos. Bolívar se vio obligado a huir y exiliarse en Jamaica, colonia de Inglaterra, y desde este lugar escribió como contestación a otra misiva que había recibido del comerciante Henry Cullen, con la intención de obtener algún apoyo inglés o de otras potencias europeas liberales en su empeño de independizar aquellas tierras. La carta terminará siendo una proclama de las intenciones y de sus motivaciones; el descontento de las elites criollas por el trato discriminatorio que estaban recibiendo respecto a los ciudadanos de la metrópoli, las cargas y gravámenes a que estaban sometidos desde la colonización los trabajadores indígenas, los privilegios comerciales de los productores y comerciantes de la península respecto a la burguesía criolla y el monopolio español del comercio colonial con las Indias, así como, tras la vuelta de Fernando VII en 1814, la derogación de la Constitución de Cádiz con la consiguiente abolición de la igualdad de derechos entre los ciudadanos de ambos lados del Atlántico, una Constitución en cuya elaboración habían participado delegados de las colonias americanas desplazados a Cádiz para representar en Cortes a sus respectivas provincias.

En el primer fragmento el libertador establece la similitud de los sucesos que estaban acaeciendo al otro lado del Atlántico, la invasión francesa, con la caída del imperio romano a manos de las tribus bárbaras, en el sentido de que este último desembocó en el nacimiento de nuevas realidades nacionales, si bien en el caso de “la América” los independentistas, a diferencia de los precursores de estas naciones, carecen de referencias nacionales antiguas sobre las que basar sus procesos de emancipación, porque fueron destruidas por los conquistadores españoles. También expresa la situación de los independentistas criollos que siendo americanos de nacimiento se ven obligados a luchar para tener los mismos derechos que los europeos de la metrópoli disfrutan sin ningún esfuerzo, como, por ejemplo, derecho al comercio con las indias, y privilegios para ocupar los cargos administrativos del imperio.

En el segundo fragmento cuenta a su destinatario como la población del imperio americano español era considerada únicamente como mano de obra y consumidora de los productos españoles. Hispanoamérica absorbía la mitad de las exportaciones de la metrópoli, incluidas las mercancías de otros países que debían comerciar obligatoriamente a través de puertos españoles. La burguesía criolla se encontraba limitada en la obtención de beneficios y riqueza ya que España ejercía un monopolio férreo sobre los productos coloniales, impidiendo el cultivo y la fabricación de aquellos que pudieran hacer la competencia a la capital, e imponiendo todo tipo de trabas al comercio criollo con otras naciones, e incluso entre las provincias americanas. He aquí uno de los principales factores que empujaban a las elites a promover la independencia.

Finalmente expresa como tras el contraataque francés bajo las órdenes del propio Napoleón y el sitio de Cádiz, se creó un vacío de poder que dejó en la “orfandad” a las colonias americanas, y como, en un primer momento los americanos se enfrentaron al invasor en defensa de la patria contra el “usurpador extranjero”, para después comprobar que lejos de obtener recompensa alguna, Fernando VII derogó la Constitución de Cádiz que proclamaba “la igualdad entre los ciudadanos de ambos hemisferios”, restableciendo los tributos  indígenas, e incendiando la mecha de la revolución. El injusto y autoritario gobierno del monarca hispánico y su reacción militar ante los movimientos independentistas impulsaron definitivamente la revolución. Bolívar cuenta a su amigo jamaicano que esta era, en un principio, caótica, anárquica, y posteriormente con la sustitución de las autoridades depuestas se estaba redirigiendo hacia la creación de un gobierno constitucional.





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